Se suele hablar mucho del niño interior en prácticamente cualquier camino terapéutico y de crecimiento personal.
Hoy le quiero escribir a mi adolescente interior. Ese que sale en esta hermosa foto que me tomo mi fallecido padre el año 2003, cuando tenía 14 o 15 años, en mi amada región de la Araucanía, al sur de Chile:
«A ti, que comenzabas a salir del cascarón de la timidez,
Te quiero escribir, porque no eres una época, eres el puente entre el niño y el comienzo de la adultez.
A ti, que te sabías conectar de manera tan única con la naturaleza antes que los humanos
Qué sentías tanto e interactuabas en silencio con espíritus y todo un mundo invisible que sólo tú sabías que era real
Esa ingenuidad tuya de tomar la mano de nuestro padre en cada caminata o momento que se pudiera, sin saber que sería ese pequeño gran gesto la fuerza de tomarme hoy mis manos y la de muchos.
Esa rebeldía de que por más que te juzgaran, no ibas a cumplir expectativas para callar a tu intuición, fuerza que hoy es la fuente de mi creatividad
A ti, sentado en medio de la naturaleza, te digo que hemos vivido una vida intensamente, exprimiendo las espirales del dolor, el vacío, la magia y la profunda ternura.
Gracias porque al verte, te siento en mi cuerpo y corazón, que somos un equipo, que contigo aprendo a aprender y a soltar cualquier identidad que no sea flexible a la versión que soy hoy.
Te invito a que viajemos al misterio de nuestro espíritu. No te preocupes, te voy a escuchar tus propuestas. Solo advertirte que me encanta ir al misterio sin necesidad de saber donde piso ni abrir los ojos. Veo que te inspiró esta última parte y te estas parando de ese bello paisaje para crear juntos una bella vida.
Te extiendo mi mano, caminar juntos ya es un regalo…»
Benjo Podlech
Un comentario
Gracias por compartirla. Es una buena guía para incluir la compasión, la colaboración y el valor en el autocuidado